Con ese objetivo, el joven relojero se instaló en la Route de Reuchenette, 21 (un lugar emblemático que seguiría perteneciendo a la familia Junod hasta 2002), y ahí dedicó toda su vida a poner en práctica su ideal de lo que debía ser la relojería, basado en la idea de que “cada objeto debe llevar consigo la marca de su tiempo y reflejar una era, la suya propia. La artesanía puede sobrevivir y realmente abrir nuevas vías; ésta es nuestra firme convicción”.
En 1982 Paul Herbert Junod cedió la compañía a sus dos hijos, Paul and Pierre Junod; mientras Pierre se dedicaba a los aspectos financieros del negocio, su hermano Paul, graduado en la Escuela de Fabricación de Relojes de Basilea, se encargaba de desarrollar los diseños de la firma, creando un nuevo concepto de diseño basado en formas y funciones innovadoras. La filosofía de Paul Junod era clara: en un reloj, “el aspecto estético debe predominar y nunca debe ser ensombrecido por la perfecta maestría de la tecnología”.
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